Tu boca no se ha dado cuenta aún, de que mis labios son motor para arrancar.

Sus ojos se cierran, por pura inercia. Lo siente venir hacia ella, y eso sólo logra sobre-excitarla aún más. Es sádica, morbosa; y le agrada serlo. Se relame inconscientemente, mientras lo espera.

La suave brisa que corre a través de los altos árboles baila con su rubio cabello, esparciendo aún más su aroma, si eso es posible. Cualquiera en varios metros a la redonda debería haberse dado cuenta de su presencia ya. ESE si es un punto en contra.

Enarca ambas cejas, cuando por fin lo tiene frente a ella, salvo por unos cuantos metros. Aggg, el lugar ahora apesta, por culpa de aquel asqueroso hedor que deja escapar el lobo.

Se complace tan sólo con observarlo, transformando sus labios fruncidos en una ladeada sonrisa curva, provocándolo a que se atreva a más que ello. Se cree perfecta, para buen o para mal.

Innatural, sus ojos se tornan de un rojo sangre hiriente, lastimoso de tan sólo verlo. Está sedienta, y acaba de encontrar una bonita presa. Es más, tal vez el niño traiga a más de ellos, y pueda hacerse un festín.

Su labio superior se crispa levemente, enseñándole sus perfectamente blancos colmillos, comunes como los de cualquier humano, pero afilados como ninguno.

Rueda los ojos. Uno, dos, tres, un par más de lobos. ¿Acaso todos eran cobardes allí que andaban en grupos, y jamás solos? Lo mismo con los Cullen, aburrido. Se yergue ante ellos, parándose derecha.

Su vista va desde el primero, al gris. Ignora a los demás por ahora, no les da importancia. Tendrá que estar despierta para esto.

No, no ha previsto la llegada del nuevo lobo, ese color arena. Logra saltar -no justo a tiempo-. Por suerte, los árboles son sus amigos ahora.

A pesar de que la rama en la que permanece ahora está demasiado baja, y amenaza con soltarse en cualquier momento, la rubia se puede dar el gusto de observarlos desde arriba.

Gruñe, frunciendo su nariz. La piel de su brazo derecho, tan fuerte como es, tiene un corte, profundo a decir verdad. Oh sí, lo lamentarán, aunque sean demasiados ya para ella.

Observa todos sus movimientos desde allí, un maldito culebrón por lo que puede notar. Asquerosamente protectores con los suyos, así les irá.

Digamos que sus ojos se abren por demás, cuando ve al lobo rojizo, su primer presa elegida, saltar a la rama. Aunque, es de esperar que vuelva a su estado animal tan pronto como ha llegado ahí, puesto que es demasiado vulnerable sino.

Sí, su brazo sano ya no está en esa condición, pero es sólo un rasguño para ella, porque sanará pronto. Gruñe entre dientes, moviéndose con velocidad de su camino, a otra rama y luego al suelo, con la vista clavada en los tres.